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San Rafael Sabado, 1 de Agosto de 2020

¿Por qué los de siempre ya no van? 

Por Kurt Ottosen (18 años)- Estudiante de derecho y agricultor - Nominado al premio Internacional de la paz 2019, representante americano y asesor juvenil de niñez y adolescencia ante la OEA y la ONU.

Sabado, 1 de Agosto de 2020
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2/8/2020

Hay quienes aseguran que el Estado, tanto en lo bueno como en lo malo, no cambia más, que Argentina está destinada a seguir siendo como es, pero ¿es esto cierto?

Antiguamente solo tenían derechos las personas de tez clara, sexo masculino y con mayoría de edad; pero con el tiempo eso fue cambiando, y, a excepción de los grupos extremistas que existen en algunas partes de nuestro mundo, los derechos se hicieron universales.

Estos derechos no fueron inmediatos ni generales como los conocemos hoy, fueron luchas históricas que impulsadas por una necesidad colectiva se transformaron en derechos, como el fin de la esclavitud, la jornada laboral, el voto femenino, el matrimonio igualitario, entre otros.

Entonces, haciendo un paralelismo pasado-presente podemos observar, con claridad, que no todo sigue siendo igual, que al día de hoy se sigue modificando y que lo hará por siempre; pero ¿qué provoca estos cambios?

La mayoría de ellos han tenido grupos impulsores bastantes determinados, pero hay un factor que ha estado presente en casi todos, los jóvenes; no solo en el acompañamiento del reclamo sino en la impulsión del pedido.

Los jóvenes, por naturaleza, son valientes, enérgicos, desafiantes e innovadores, lo que los ha llevado a enfrentarse a grandes sistemas/estructuras que por momentos parecían imposibles de cambiar, pero que finalmente lo hicieron, y son quienes hoy, involucrándose cada vez más en cuestiones políticas al ver como colapsa nuestro país y no soportar la idea de emigrar, se enfrentan a algo que también parece imposible pero que no lo es, cambiar los funcionamientos de los Estados, de manera concreta podemos verlo en nuestro país; un Estado funcional a un esquema de grandes caudillos y punteros políticos que, no siempre pero si generalmente, lejos están de ser idóneos para solucionar los problemas que no han logrado solucionar en las décadas que ya llevan de gestión, por el contrario, seguimos con un Estado obsoleto y viciado.

Argentina necesita reestructurarse por completo, de manera rápida y eficiente, y la mejor manera de hacerlo, a las pruebas me remito, es a través de líderes abiertos, participativos y cercanos a la realidad que se vive, respaldados por sus méritos y no por el dedo de quien tiene el poder.

Los adultos mayores no deben abandonar sus espacios de gestión/participación, porque la experiencia siempre es importante, pero necesariamente deben dar lugar a que los más jóvenes se sumen a la labor pública y así lograr que el Estado se trabaje de manera intergeneracional.

En los últimos años la juventud accedió a diferentes espacios de liderazgo, tanto ejecutivos como legislativos, y sin importar el signo político estamos en condiciones de afirmar que fueron los más capaces de adaptarse en forma inmediata a los cambios vertiginosos y disruptivos que nos plantea la agenda social; y es exactamente eso lo que necesita una buena gestión, la capacidad de funcionar las 24hs los 365 días del año y amoldarse rápidamente a los desafíos diarios.

Esa “superpersona” que se precisaba en nuestros orígenes para ocupar un cargo ya no es necesaria, porque hoy no hablamos de liderazgos individuales, mucho menos de personalismos, hoy hablamos de crear mesas participativas en las que el representante estatal no sea un “patrón de estancia”, en el mal término de la expresión, sino un servidor público que trabaje en equipo, de manera participativa y abierta a la comunidad, de manera desburocratizada, transparente y eficiente, acorde a los tiempos actuales, donde se necesitan resultados inmediatos, para ya, porque ni siquiera mañana sino que en 5 minutos ya puede ser tarde.

Permitamos, apoyemos y promovamos que los jóvenes pasen de ser espectadores a ser gestores de la realidad en que vivimos; no les regalemos nada, pero tampoco les pongamos trabas a quienes quieren y logran conseguirlo.

Un nuevo Estado, verdaderamente eficiente, es posible, solo hace falta que de verdad queramos lograrlo, que estemos dispuestos a actualizarnos, a darle lugar a las nuevas generaciones, que no buscan hacer a un lado a los adultos mayores, todo lo contrario, buscan trabajar mancomunadamente para aportar ideas y conocimientos frescos, permitiendo subirnos al tren del siglo 21, para el que ya vamos con 20 años de retraso pero que aún estamos a tiempo de abordar.